¿Danza e Ingeniería?: ¡Se Puede!

Jueves, 11 de Marzo de 2010 00:00

Carola Cussen, titulada el 2002, decidió darle un tiempo a su pasión por el flamenco antes de entrar de lleno al mercado laboral como ICI. En Cuba perfeccionó su técnica y una vez de vuelta se dio cuenta que ambas habilidades se podían potenciar en un exitoso negocio. Conoce aquí cómo lo hizo.

Lamentablemente, son pocas las personas que trabajan en lo que más les gusta hacer. Esta idea inquieta a Carola Cussen, ingeniera civil industrial, que con gusto cuenta su experiencia para enviar un mensaje a sus colegas y decirles que la especialidad entrega una excelente herramienta para hacer ¡lo que quieran!

“Quizás mi testimonio pueda servir para que los ingenieros hagan lo que realmente les gusta. La vida es demasiado corta para perder 12 horas diarias en algo que no te agrada”, agrega.

Veamos cómo lo hizo ella.

En 5° año de la carrera comenzó a estudiar baile flamenco como una actividad más, pero al poco tiempo se dio cuenta que le gustaba mucho. Su pasión por el baile fue tal, que una vez titulada, optó por irse a Cuba (donde la plata ahorrada para cumplir su sueño rendiría mucho más que en España) y estuvo 2 años perfeccionando su técnica.

Aunque hubo comentarios en contra, su familia la apoyó. Sobre todo su papá, también ingeniero, de quien heredó las ganas de hacer lo que le gusta. Se fue a la isla a cumplir su sueño como bailaora y según cuenta, llegó de vuelta con mucho más.

A la excelencia en lo académico (“aprendí en dos años lo que en Chile habría aprendido en cinco”) se sumó una enseñanza de austeridad para toda la vida. “Aprendí a desapegarme de las cosas materiales. Yo vivía en una pieza arrendada por 80 dólares al mes, y sólo tenía un colchón. Allá disfrutan con tan poco, con un palo y una botella hacen una tremenda fiesta”, nos cuenta la ingeniera.

Asimismo, pudo ampliar sus conocimientos en danza, ya que según explica, en Cuba el arte es popular y es posible ver ballet de nivel internacional por una entrada de $200 chilenos.

Llegó el momento de regresar, no sin antes regalar todo lo que había adquirido en la isla y en Chile, vendió sus cosas y empezó a vivir de forma sencilla y decidida a empezar ahora una nueva etapa como ingeniera.

En ese camino, se topó con los prejuicios debido a su estancia en Cuba y a su interés por una disciplina artística, que para algunos, le quitaba peso como ingeniera. “Pienso que no entendieron el valor que yo tenía con las experiencias vividas. El aprendizaje en otras áreas es lo que yo puedo aportar profesional y creativamente en cualquier trabajo. En Chile somos demasiado cerrados”, reflexiona.

Desilusionada de su carrera, se dijo a sí misma que la ingeniera había quedado atrás, perseveró en su pasión artística y comenzó a dar clases.

En eso estaba cuando apareció una oportunidad para reencantarla con su carrera. Binaria, empresa del holding CGE, valoró precisamente lo que otros despreciaron y le ofreció una oportunidad de trabajo flexible, donde pudo ejercer su creatividad y le dejaba tiempo para continuar con la danza.

Así estuvo tres años, hasta que el destino esta vez le ofreció una oportunidad definitiva. Su maestra de danza en Cuba, Gladys Acosta, primera figura del ballet nacional de la isla, llegó a trabajar a Chile.

Carola Cussen vio en su presencia la ecuación perfecta para unir habilidades: el talento y la técnica artística de su profesora, con su formación académica para gestionar un negocio. ¿Resultado? De la sociedad con su maestra, en abril de 2006 nació “La Academia”, escuela de danza ubicada en Manuel Montt 500, que hoy cuenta con 200 alumnos en disciplinas de flamenco y ballet.

Sus ahorros personales permitieron iniciar la inversión, que fue recuperada en tiempo récor por el alto interés en las matrículas. “Ha sido una experiencia muy bonita y todo lo que me enseñó la Escuela me ha servido mucho. Hoy tengo un negocio, ocupo contabilidad, finanzas, gestión, marketing y evaluación de proyectos”, sostiene, además de hacer clases de lo que más le gusta, a adultos y niños.

A su visión se añade un componente social, considerando que en Chile la distribución del ingreso es pésima. “Los ingenieros podrían montar cualquier negocio y hacer cosas muy entretenidas. Si la gente generara más negocios, se repartiría más la riqueza” afirma.

Sostiene que hoy disfruta plenamente de la vida, con tiempo libre para estar con su hijo Elías e incluso colaborar con el negocio de su marido. Aunque sus alumnas le piden que abra otra sede de “La Academia”, ella se niega. “Yo no quiero contratar a otra profesora, me gustaría que esa profesora creara otra escuela”, concluye coherentemente con sus ideas.

Más detalles en www.laacademia.cl

En 5° año de la carrera comenzó a estudiar baile flamenco como una actividad más, pero al poco tiempo se dio cuenta que le gustaba mucho. Su pasión por el baile fue tal, que una vez titulada, optó por irse a Cuba (donde la plata ahorrada para cumplir su sueño rendiría mucho más que en España) y estuvo 2 años perfeccionando su técnica.

Aunque hubo comentarios en contra, su familia la apoyó. Sobre todo su papá, también ingeniero, de quien heredó las ganas de hacer lo que le gusta. Se fue a la isla a cumplir su sueño como bailaora y según cuenta, llegó de vuelta con mucho más.

A la excelencia en lo académico (“aprendí en dos años lo que en Chile habría aprendido en cinco”) se sumó una enseñanza de austeridad para toda la vida. “Aprendí a desapegarme de las cosas materiales. Yo vivía en una pieza arrendada por 80 dólares al mes, y sólo tenía un colchón. Allá disfrutan con tan poco, con un palo y una botella hacen una tremenda fiesta”, nos cuenta la ingeniera.

Asimismo, pudo ampliar sus conocimientos en danza, ya que según explica, en Cuba el arte es popular y es posible ver ballet de nivel internacional por una entrada de $200 chilenos.

Llegó el momento de regresar, no sin antes regalar todo lo que había adquirido en la isla y en Chile, vendió sus cosas y empezó a vivir de forma sencilla y decidida a empezar ahora una nueva etapa como ingeniera.

En ese camino, se topó con los prejuicios debido a su estancia en Cuba y a su interés por una disciplina artística, que para algunos, le quitaba peso como ingeniera. “Pienso que no entendieron el valor que yo tenía con las experiencias vividas. El aprendizaje en otras áreas es lo que yo puedo aportar profesional y creativamente en cualquier trabajo. En Chile somos demasiado cerrados”, reflexiona.

Desilusionada de su carrera, se dijo a sí misma que la ingeniera había quedado atrás, perseveró en su pasión artística y comenzó a dar clases.

En eso estaba cuando apareció una oportunidad para reencantarla con su carrera. Binaria, empresa del holding CGE, valoró precisamente lo que otros despreciaron y le ofreció una oportunidad de trabajo flexible, donde pudo ejercer su creatividad y le dejaba tiempo para continuar con la danza.

Así estuvo tres años, hasta que el destino esta vez le ofreció una oportunidad definitiva. Su maestra de danza en Cuba, Gladys Acosta, primera figura del ballet nacional de la isla, llegó a trabajar a Chile.

Carola Cussen vio en su presencia la ecuación perfecta para unir habilidades: el talento y la técnica artística de su profesora, con su formación académica para gestionar un negocio. ¿Resultado? De la sociedad con su maestra, en abril de 2006 nació “La Academia”, escuela de danza ubicada en Manuel Montt 500, que hoy cuenta con 200 alumnos en disciplinas de flamenco y ballet.

Sus ahorros personales permitieron iniciar la inversión, que fue recuperada en tiempo récor por el alto interés en las matrículas. “Ha sido una experiencia muy bonita y todo lo que me enseñó la Escuela me ha servido mucho. Hoy tengo un negocio, ocupo contabilidad, finanzas, gestión, marketing y evaluación de proyectos”, sostiene, además de hacer clases de lo que más le gusta, a adultos y niños.

A su visión se añade un componente social, considerando que en Chile la distribución del ingreso es pésima. “Los ingenieros podrían montar cualquier negocio y hacer cosas muy entretenidas. Si la gente generara más negocios, se repartiría más la riqueza” afirma.

Sostiene que hoy disfruta plenamente de la vida, con tiempo libre para estar con su hijo Elías e incluso colaborar con el negocio de su marido. Aunque sus alumnas le piden que abra otra sede de “La Academia”, ella se niega. “Yo no quiero contratar a otra profesora, me gustaría que esa profesora creara otra escuela”, concluye coherentemente con sus ideas.



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